La resiliencia es un concepto versátil cuando se traslada a diferentes contextos o ámbitos y se aplica ahora a casi todos los aspectos de la vida incluyendo el hábitat humano por excelencia: la ciudad.

El programa de ciudades resilientes de UN-Habitat de Naciones Unidas define las ciudades resilientes como aquellas que tienen la capacidad de recuperarse con la mayor rapidez posible de los impactos que sufre el sistema. Esta definición se basa en la concepción de la urbe como un sistema de sistemas, un ente complejo que, a similitud del cuerpo humano, requiere el buen funcionamiento de los distintos órganos para gozar de buena salud. A lo largo de los años, pero especialmente en los últimos dos, Palma como ciudad ha recibido impactos de distinta intensidad y distintos tipos que han afectado a su sistema, administrativo y de gobierno. Los años de fuerte crisis seguidos de intervenciones judiciales y el crecimiento exponencial de la población flotante (turístico y temporal) han impactado a la ciudad en todas sus esferas y formas de vida hasta sus entrañas. Aún así la vida sigue y Palma sigue siendo una ciudad admirada y aspirada para vivir. Por ello Palma es todo un ejemplo de una ciudad resiliente.